EDITORIAL
El reciente accidente en la capital poblana, donde un joven estudiante universitario en estado de ebriedad causó la muerte de un taquero al chocar con su vehículo, ha vuelto a poner sobre la mesa un tema que, como sociedad, no podemos ignorar: la relación entre el alcohol, los jóvenes y el volante. Este trágico suceso no es un caso aislado, sino un reflejo de un problema más profundo que requiere atención inmediata y acciones concretas.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 30% de las muertes por accidentes de tránsito en México están relacionadas con el consumo excesivo de alcohol.
Además, la Comisión Nacional contra las Adicciones (CONADIC) señala que los accidentes automovilísticos asociados al consumo de alcohol son la primera causa de fallecimiento en personas de 20 a 39 años.
Estos datos evidencian la necesidad de reforzar las campañas de concientización y educación sobre los riesgos de combinar alcohol y conducción. Las escuelas y familias deben desempeñar un papel activo en la formación de una cultura vial responsable, mientras que las autoridades tienen la responsabilidad de implementar y hacer cumplir políticas públicas efectivas para prevenir más tragedias en nuestras carreteras.
El alcohol y el volante son una combinación mortal. Es momento de tomar en serio esta problemática y trabajar juntos para construir una cultura de responsabilidad y prevención. Las vidas que salvemos pueden ser las nuestras o las de quienes más queremos.