Estados Unidos confirmó que fue blanco de un sofisticado ciberataque atribuido a actores vinculados al ejército y servicios de inteligencia de China. La operación se centró en vulnerabilidades de teléfonos inteligentes pertenecientes a funcionarios gubernamentales, figuras políticas, tecnológicas y del ámbito periodístico.
Investigadores de la firma iVerify detectaron un patrón inusual en una serie de fallas de software que permitían a los atacantes infiltrarse en los dispositivos sin que los usuarios hicieran clic alguno. Las víctimas tenían en común haber trabajado en sectores sensibles y haber sido objetivo de ciberataques chinos anteriormente, lo que llevó a especialistas y funcionarios estadounidenses a vincular este incidente con actividades de espionaje por parte del gobierno de Pekín.
Las autoridades han advertido que el ataque permitió acceder a mensajes, llamadas y otras formas de comunicación privada. El gobierno chino negó las acusaciones y aseguró que EE.UU. también ejecuta operaciones de vigilancia similares. Mientras tanto, legisladores estadounidenses reiteraron su preocupación por la infraestructura tecnológica vinculada a empresas chinas dentro del país.