Por: Luis Gabriel Velázquez
En Morena no hacen falta saboteadores externos. Se bastan solitos. Mientras la base sigue repitiendo el evangelio de la austeridad y el poder humilde, los altos mandos están muy ocupados reservando hoteles de lujo y subiendo historias desde el otro lado del mundo.
Ricardo Monreal se fue a Madrid a celebrar su aniversario de bodas. No fue a cualquier fondita, claro: desayunó en el Rosewood Villa Magna, uno de esos lugares donde el mesero te ve feo si preguntas el precio.
“Todo con mis propios recursos”, aclaró el diputado. Enrique Vázquez, otro legislador, prefirió Ibiza. Lo captaron en un antro de esos donde no aceptan efectivo ni a políticos sin bronceado.
Y Andy López Beltrán —el hijo del presidente que no quiere ser político, pero actúa como uno— decidió que Tokio era un buen lugar para ausentarse del Consejo Nacional de su partido. Acompañado de Daniel Asaf, su viejo escudero de Palacio, se fue a meditar sobre el porvenir de la patria entre ramen, templos y compras discretas.
Nadie dice que no puedan vacacionar. Que viajen. Que descansen. Que se tomen un sake si les alcanza. Pero no lo hagan con el mismo rostro con el que se llenan la boca hablando del pueblo. Porque ahí está la verdadera hipocresía: no en el boleto de avión, sino en el doble discurso.
Morena convirtió durante años la palabra “lujo” en un insulto. Le enseñó a su militancia a ver con recelo a quien usaba reloj caro o comía en un restaurante con mantel. Estigmatizaron a quien no cabía en su molde de pueblo bueno.
Construyeron un relato donde todo aquel que no aparentara pobreza era automáticamente un traidor a la patria.Y ahora que gozan del poder y del presupuesto, quieren que nadie les cuestione por hacer exactamente lo mismo que antes condenaban.
Alegan que es su dinero. Que no hay delito. Pero ya no es cuestión de legalidad, sino de congruencia. No se puede predicar humildad desde el lobby de un hotel cinco estrellas.
Se sienten blindados porque ya aprendieron que en México, escándalo que no se explica, se olvida.El problema no es Ibiza, ni Madrid, ni Tokio.
El problema es que el discurso de la Cuarta Transformación se quedó en México mientras ellos se fueron a caminar por Europa y Asia.En el próximo mitin volverán a gritar “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.