Leslie Jiménez
Para Brenda Fuente Muñoz, vivir no ha sido un camino fácil, pero sí una batalla ganada. A sus 31 años, ha sobrevivido a la leucemia, a la insuficiencia renal crónica, a un trasplante fallido y a incontables sesiones de diálisis. Hoy, gracias a un segundo trasplante de riñón, sigue de pie y con una misión clara: crear conciencia sobre la salud renal y promover la cultura de la donación de órganos.
“Mi primer trasplante fue a los 14 años. Me lo dio mi mamá, pero el riñón falló a los 20 días. Afortunadamente, en 2014 recibí otro riñón. Gracias a esa donación, estoy viva”, cuenta Brenda, quien participó recientemente en el décimo Encuentro de Pacientes Renales en Puebla, organizado por la Asociación de Enfermos y Trasplantados del Estado.
El evento reunió a pacientes, médicos y familias para hablar de una enfermedad que, aunque afecta a miles de personas, sigue sin recibir la atención que merece en la agenda pública. “En Puebla no se habla de esto. La enfermedad renal es invisible, pero muy real”, afirma Brenda.
De la infancia a la batalla diaria
Su historia con la salud comenzó apenas a los 7 meses de nacida, cuando fue diagnosticada con leucemia linfoblástica. A los dos años recibió un trasplante de médula que salvó su vida, pero también trajo consecuencias: daño irreversible en los riñones.
“A los 10 años me diagnosticaron insuficiencia renal crónica. Desde entonces, mi vida cambió por completo”, relata.
Con el cuerpo debilitado y la necesidad de tratamientos constantes, Brenda enfrentó no solo los efectos físicos, sino también el impacto emocional y familiar de vivir con una enfermedad crónica. “Es algo que desgasta a todos. La impotencia de tu familia al verte así es muy dura. Pero también me ha traído aprendizajes y personas maravillosas”.
Un tratamiento que cuesta más que dinero
La vida con insuficiencia renal no solo es exigente: es extremadamente costosa. Brenda explica que un paciente necesita tres sesiones de hemodiálisis a la semana, con precios que oscilan entre los 2,000 y 4,000 pesos por sesión en clínicas privadas. “Y eso sin contar medicamentos, dieta, visitas al nefrólogo. Si no tienes seguro, es casi imposible sostenerlo”.
Por eso, insiste en la prevención como herramienta clave. “Todo empieza en la infancia. Enseñar a los niños a tomar agua, evitar el exceso de carnes rojas, comer sano. Muchas veces decimos ‘no pasa nada’, pero sí pasa. El cuerpo lo resiente”.
Donar vida, salvar vidas
Más allá de la prevención, Brenda pide romper los mitos alrededor de la donación de órganos.
“Hay mucha desinformación. La gente cree que si donan, su familiar será tratado sin dignidad, pero eso no es cierto. Una sola persona puede salvar hasta a 10 más”, explica.
Con un mensaje directo, invita a la sociedad a informarse y empatizar: “Nos pasamos una hora viendo TikTok, pero no dedicamos cinco minutos a aprender sobre temas que pueden salvar vidas. Donar es regalar esperanza. Yo soy testimonio de eso”.
Un nuevo comienzo
Tras su segundo trasplante en 2014, Brenda ha retomado su vida. “Después del trasplante, todo cambia. Puedes hacer ejercicio, trabajar, vivir con normalidad. Valoramos la vida porque sabemos lo que es casi perderla”.
Hoy, su voz representa a miles de pacientes que siguen esperando una oportunidad para vivir.
“Hay vida después de la muerte. Donar órganos es un acto de amor que transforma vidas”, concluye Brenda.