Por: Luis Gabriel Velázquez
Como dice la ya muy popular frase: “No espero nada de ti y aun así logras decepcionarme.”
Pues hagan de cuenta, así está el PAN.
Apenas unas horas después de presumir su relanzamiento nacional —nuevo logo, discurso de meritocracia y todo el show—, en Puebla el partido terminó enredado en un pleito de vieja escuela durante la elección de consejeros.
Desastre puro.
Le llamarán “cosas normales de la calentura política”, pero la verdad es que no puedes hablar de reestructura, transparencia ni digitalización si lo primero que haces en los estados es imponer planillas al puro estilo del PRI, al que ya tanto dicen odiar.
El jaloneo entre los grupos de Mario Riestra y Eduardo Rivera volvió a exhibir que el panismo poblano sigue muy lejos de ser una oposición seria y lista para disputarle el poder a Morena.
Mientras el dirigente nacional Jorge Romero hablaba de “una nueva era sin dedazos”, en Puebla se acumulaban las renuncias, denuncias y reclamos.
El ex-alcalde Adán Domínguez, la ex-diputada Guadalupe Leal y una veintena de panistas más se bajaron de la contienda para el Consejo Estatal.
Acusaron que la dirigencia estatal bloqueó candidaturas, manipuló registros y hasta intentó comprar votos por entre mil 500 y dos mil pesos, según denunció Irma Tlacuahuac Zitlalpopoca.
En municipios como Chignautla y Huitzilan de la Sal, ni siquiera dejaron inscribirse a aspirantes incómodos.
Mientras eso pasaba, desde el templete Riestra hablaba de “unidad, orden y participación ejemplar”.
En el boletín oficial, el PAN presumía que eligió a 100 consejeros estatales y 14 nacionales “en un ambiente de respeto y alta participación”.
En el piso, la mitad del partido hablaba de presiones, exclusión y simulación.
En la lista de consejeros electos aparecieron nombres ligados al Yunque, como Ana María Jiménez, Francisco Mota y Enrique Guevara, que si bien lograron colarse, su grupo, el de Eduardo Rivera, ya no conserva el control del partido.
Y en medio de todo, Fernando Sarur que sigue sin darse cuenta de que está políticamente muerto.
El Consejo Estatal no es cualquier órgano: decide alianzas, plurinominales y métodos de elección. Controlarlo equivale a controlar el PAN rumbo a 2027.
Por eso, lo que pasó este domingo no es una anécdota; es el retrato de un partido que habla de renovación mientras recicla sus viejos vicios.
Y claro, Morena mirando desde la tribuna.
Se divierte. Apuesta por lo que viene.
Porque mientras el PAN se pelea consigo mismo, Morena puede seguir (des)haciendo… y nadie le tose.