Por : Martha Berra
Hay cargos públicos que exigen oficio, carácter y una comprensión profunda del papel que se ocupa. La titularidad de la Comisión de Derechos Humanos de Puebla (CDH) es uno de ellos.
No se trata de un puesto decorativo, ni de una vitrina para posar en eventos oficiales; es, o debería ser, una trinchera incómoda frente al poder. Sin embargo, bajo la gestión de Isela Sánchez Soya, la CDH parece haberse reducido a una oficina silenciosa, más preocupada por la imagen que por la defensa real de los derechos humanos.
La reciente exhibición pública hecha por el rector de la Universidad Iberoamericana no fue un desliz menor ni un malentendido. Fue un señalamiento directo a una gestión ausente, incapaz de responder con argumentos y acciones concretas.
Que una institución académica tenga que evidenciar la falta de trabajo de un organismo autónomo habla, por sí solo, de un fracaso institucional.
Porque la CDH no está para tomarse fotos ni para desfilar atuendos y pestañas elegidas en actos protocolarios. Está para incomodar al poder, para investigar abusos, para emitir recomendaciones firmes, para acompañar a víctimas y para alzar la voz cuando el gobierno falla.
Mientras en Puebla se acumulan casos de abuso policial, negligencias médicas, violencia contra mujeres, migrantes invisibilizados y familias que buscan justicia, la CDH parece operar con un perfil que raya en lo irrelevante. Y cuando la defensa de los derechos humanos se vuelve irrelevante, lo que está en juego no es un cargo, sino la dignidad de las personas.
En otros temas…
Habrá fotomultas que entrarán en vigor en enero de 2026 para vehículos con placas foráneas y nuevos reductores de velocidad en la Vía Atlixcáyotl, implementados por la Secretaría de Movilidad y Transporte tras una serie de accidentes mortales en la Vía Atlixcayotl.
¿Sirven? Creería que parcialmente. ¿Son suficientes? Definitivamente no.
Penalizar y colocar reductores de velocidad después de que ya hubo muertos es reaccionar tarde. La seguridad vial se resuelve con planeación urbana, transporte público eficiente, señalización adecuada, control real de velocidades, alcoholímetros constantes y, sobre todo, educación vial, algo que a los poblanos nos cuesta mucho practicar.
No tenemos prevención de accidentes y Puebla es referente y resultado de una pésima educación vial, sigamos entonces contado muertos.
